EL CULTIVO DEL PLATANO

Sinonimia.
Español: Plátano. Francés: Bananier. Inglés: Plan- tain tree. Alemán: Paradus Jeigembaum. Italiano
Jica d’Aclama.
Historia.
El origen del plátano no está perfectamente defini¬ do. Algunos autores creen que es originario de Africa y otros opinan que su cuna es América. Estamos más acordes con la opinión de los segundos, pues Grarcilazo de la Vega afirma que el fruto de ésta planta forma¬ ba la base de la alimentación de los habitantes de al¬ gunas comarcas americanas en lugares calientes y tem¬ plados. Además, ésta planta no fué conocida en Euro¬ pa sino hasta después que Colón descubrió la América.
Otro dato por el que se supone ser planta america¬ na es por el buen desarrollo que alcanza en algunas naciones de este Continente.
Coincidencia muy grande hubiera sido que siendo planta africana no se conociera en Europa sino hasta después del descubrimiento del Nuevo Mundo.

Sin embargo, algunos escritores creen que es origi¬ nario de la India donde nació al pie del Himalaya y se cultivaba desde muy remota antigüedad; según las tradiciones semíticas brotó de las márgenes del río Eufrates. En Ceylan su cultivo es de gran veneración, por esto Jerges engalanaba esta planta con adornos de gran valor.
Según Plinio, el célebre Alejandro y su ejército ad¬ miraban los rarísimos frutos de la India y con parti¬ cularidad las inmensas dimensiones del plátano, pero creían que sus frutos eran perniciosos á la salud: por esto cuando este Jefe llegó á Hiphasis prohibió á su ejército lo comiera.
Sin querer discutir con los autores más caracteriza¬ dos, dejemos que su origen se pierda en la noche de los tiempos, puesto que para su cultivo, que es lo que nos proponemos estudiar, no es una condición de las más indispensables el indagar éste.
Sea de ello lo que fuere, en nuestro país crece con una admirable regularidad, y bajo este punto de vista veremos algunos datos prácticos de su multiplicación y desarrollo.
La musa paradisiaca, parece que saca su nombre genérico musa de la palabra árabe mouz, y el específico ‘paradisiaca se cree estar relacionado con las tradicio¬ nes orientales, indicando el célebre Lignun—vite que el árbol cuyo fruto prohibió Dios comer á nuestros pri¬ meros padres, dogma de la pérdida de gracia y moti¬ vo de la expulsión del Paraíso, según el Catolicismo, fué el plátano, denominado vulgarmente por esta cir¬ cunstancia “Higuera de Adán.”

Al Banano ele Cayena (plátano guineo— M. sapien – tuiii )—le viene su nombre específico de sapientum, por¬ que parece estar fundado en la legendaria creencia de que los antiguos sabios de la India ó Gímnosofistas, pasaban la vida bajo su sombra contemplando los mis¬ terios de la naturaleza y alimentándose con sus frutos.
Para formarnos idea de la antigüedad de esta plan¬ ta y de la importancia que tenía por su hermosura, re¬ cordemos algunas leyendas sobre algunos plátanos de varios lugares del mundo.
Plátano de Esmima.
Enmeclio de la laguna de Esmirna, en el Asia me¬ nor y cerca del camino que conduce á Bournabat, se ve el antiguo plátano, no siendo su forma singular me¬ nos notable que sus dimensiones.
Bournabat es una aldea en donde se enseña una gru¬ ta en la que cuenta la tradición que Homero escribió la Iliada. Este lugar pintoresco es la morada favorita de los ricos comerciantes de Esmirna que han construi¬ do ahí sus casas de campo; y tanto á los que de la ciu¬ dad van á pie, como los que á caballo van, les gusta seguir un sendero paralelo y contiguo al camino que atraviesa una alta puerta vegetal formada por las di¬ mensiones del tronco. Esta división del tronco es bas¬ tante fuerte para sostener la masa del enorme plátano de lo alto del cual se domina uno de los más hermosos golfos de la costa asiática.
Desde ahí, se ven los cementerios orientales de Es¬ mirna que son los de Pera y Escutaria, los más nota¬ bles que existen y en donde extienden su silenciosa

sombra los seculares cipreses. La vista domina la 11a- nuia, y luego los límites orientales de la gran Ciudad,
hasta las ricas colonias que se elevan al lado opuesto del mar.
Plátano de Cos.
Cos, la isla célebre de los Esporados en el mar Egeo, en donde vieron la luz por primera vez Hipócrates, el más grande de los médicos, y Apeles, el más grande de los pintores de Grecia, nos ofrece en el centro de la plaza pública el plátano tradicional que comparan á menudo con el precedente. El desarrollo prodigioso de sus ramas cubre la plaza entera, y dobladas bajo su propio peso podrían romperse, si los habitantes no se hubieran encargado de sostenerlas con columnas de mármol. Dichos habitantes consagran á este monu¬ mento una especie de culto, no menos sincero y menos piofundo que á los edificios que les quedan, últimos testigos de su antiguo esplendor.
El plátano de Godofredo de Bullón.
Casi estaríamos tentados de exclamar con el Astró¬ logo “Este plátano que véis no es un plátano” puesto que es, en efecto, una reunión de plátanos unidos for¬ mando tres grupos muy apretados.
M. Carlos Martins que lo ha observado y descrito, lo mira como el vegetal más colosal que existe; y M. Teófilo Gautier lo llama, no un árbol sino una selva. Hablando sobre este dice el primero de los dos escri¬ tores: “Se ven al principio dos troncos reunidos que tienen un metro sobre la tierra y diez metros cincuenta centímetros de circunferencia. El fuego ha forma-
do en ellos una cavidad de cinco metros de abertura
“ y luego viene un tronco aislado cuyo diámetro es de
“ cinco metros cuarenta centímetros. El último grupo
“ se compone de seis troncos reunidos, formando una
“ elipse curva, cuya circunferencia es de veintitrés me-
“ tros, á saber: trece en el eje exterior y diez en el interior concéntrico al primero. Este enorme tronco ha
“ sido horadado por el fuego, porque la barbarie tur-
“ ca no admira ni respeta nada. En la cavidad hora-
“ dada un caballo estaría cómodamente v le serviría
*/
“ de cuadra.”
M. Martins calcula en sesenta metros la altura des¬ de su base y la mayor proyección de la copa sobre el suelo cubre una superficie irregular de ciento doce me¬ tros de circunferencia. Algunas ramas muertas sobre¬ pujan la cúpula de su follaje, pero largas ramas vivas se inclinan por todos lados cargadas de hojas más re¬ cortadas que las del plátano de Occidente. Desde las tiendas de campaña que el plátano guarece, se descu¬ bre la rada de Buyugdere, aldea de Bosforo, no lejos de la que está situada la llanura de Grodofredo de Bu¬ llón.
El Gigante.
Ya hemos dicho que el plátano es una de las plan¬ tas más grandes, proporcionalmente, pues siendo como es, herváceo, admira su prodigioso desarrollo en algunos lugares de la tierra.
Las poblaciones de América y Africa, la India y los indígenas de las islas del Océano pacífico, aprecian en

un alto valor este vegetal precioso porque alimenta á una gran parte de los hombres que habitan las regio¬ nes tropicales, por estar generalizado con bastante pro¬ fusión para servir de alimento á pueblos enteros.
A peso igual, el plátano es inferior al trigo como substancia nutritiva, pero, sembrado convenientemen¬ te produce mucho más en igual extensión de terreno. Una media hectara que plantada de trigo en Europa no bastaría para alimentar á dos individuos, en las re¬ giones tropicales, plantada de plátano, mantendría has¬ ta cinco. Se ha calculado que un terreno plantado de plátano, de una extensión delcien metros cuadrados, es capaz de proporcionar más de cuatro mil libras de substancias nutritivas. Resulta, pues, que el producto de este vegetal es al del trigo, sembrado en una super¬ ficie igual de terreno, como de 13 á 1 y al de patatas como de 4 á 1.
Este cálculo, aunque nos parece un poco inverosímil, lo hemos puesto aquí por haber sido hecho por autores bastante caracterizados y como una prueba de la po¬ tencia nutritiva de la planta de que nos venimos ocu¬ pando.
Existe en la fecundidad natural de los trópicos un ejemplo filosófico del estado de la naturaleza humana y de las condiciones de su desarrollo. La verdad de que el hombre no hace progresos sino bajo la necesi¬ dad de una excitación viva y continua, encuentra su aplicación y su prueba en estos países, más evidente¬ mente que en ninguna otra parte. El plátano alimen¬ ta á los habitantes de esta zona, sin pedirles trabajo alguno; el pan de cada día se ofrece á sí mismo á sus

necesidades físicas y les basta sin tener de su parte que fatigarse de manera alguna. De esto resulta que repo¬ sados siempre sobre una seguridad permanente, se ve en sus frentes el carácter de la inercia y de la ociosi¬ dad, impreso con caracteres indelebles.
Se encuentra en Java una zona de plátanos cuyo as¬ pecto impresiona profundamente.
Escuchemos á M. Molins contar su llegada a los bos¬ ques de la isla: “Llegamos—dice—a países descubier- “ tos, y al cabo de una hora y media de camino encon¬ tramos las primeras juncias y una gran enramada “ de verdura, en donde el plátano salvaje con sus ho- “ jas de verde pálido por un lado y por el otro obscu- “ ras y con manchas encarnadas, se encontraba en ma- “ yoria. Nadábamos en olas de plantas de todas clases, “ admirando sobre todo los altos heléchos de solidos “ troncos cubiertos de ramajes graciosos regulares, que “ tienen á la vez algo de la flor por su forma exquisi¬ ta, del pájaro por su bello color, y del árbol por su “ altura imponente.”
“De repente el indígena que nos servía de guía y “que sabía el objeto de nuestra excursión, se paró di- “ ciéndonos u He ahí ”—“¿He ahí que? le preguntamos.
“_“El primero de los árboles grandes que se ve, Se-
“ ñor, desde Maga—Mondoug.”—Y señalaba con la “ vista una especie de torre adornada en su cima de la- “ mas y hojas, que seguramente nunca hubiera yo to- “mado por un árbol.”
“Ese es el más pequeño, me dijo, pero si suben vds. “ más arriba verán algunos mucho más grandes.
“En efecto, aun cuando la muestra que teníamos de-

“ Jante pasaba de los límites de lo creíble, vimos al lie- “ gar á los confines del inmenso bosque que los árbo- u l es iban siendo cada vez más grandes. Cosa notable, 11 s i n embargo, casi todos estaban enfermos, y muchos 11 c i e ellos negros en su altura extendían al aire sus bra- 11 zos descarnados. Supe que la causa de esto era el sol, “ pues tan grandes vegetales no podían soportar sus “ rayos.”
lí ‘N o sabría expresar ahora, habiendo desaparecido la u realidad ante mis ojos, la impresión de recogimiento “ que me inspiraron tales colosos, verdaderos patriar- “ cas de la vegetación, testigos sin duda de antiguas 11 creaciones y de las épocas en que la naturaleza esta- u 13 a ai m en toda la juventud de su fecundidad, y que “ todavía hoy en pie me rodeaban con la comnata de “ sus troncos y cubrían con el follaje de sus enormes “ ramas.”
A. de Humboldt, presenta á los plátanos como aso¬ ciados en todas partes á la familia de las palmeras. “Los plátanos chaparros,—dice—forman el adorno de “ las comarcas húmedas. Sus frutos proporcionan el “alimento á casi todos Jos pueblos que viven bajo la “ zona tropical; y así como los cereales harinosos han “ sido un recurso constante para los habitantes del “ Norte, el plátano nunca ha faltado á las poblaciones “ inmediatas al Ecuador, desde la infancia de su civi- “ lización.”
Las leyendas griegas presentan los campos de Eu- ma como dichosa patria de los cereales; pero los frutos de Ceres, esparcidos por el cultivo en todas las comar¬ cas septentrionales, no ofrecen más que praderas mo-

nótonas que añaden poca cosa á los encantos de la na¬ turaleza; mientras que los habitantes de los trópicos multiplicando los plantíos de plátanos, propagan por el contrario una de las formas más bellas y majestuo¬ sas del reino vegetal.
En el año de 1690 fué introducido el plátano’ en Francia.
Se cultiva en las Indias, en la América intertropi¬ cal, en las costas de Africa, en la China meridional, en las islas del Océano Pacífico, en Malabar, en Bataira, en la Martinica, en Gruadalupe, en el Pérú, en Haití, en Chile, en el Brazil, en Java, en Senegal, en Ceylan, Abisinia, en las islas Filipinas, en Colombia, en Con¬ go, en Egipto y otros lugares.
En Haití se le designa bajo el nombre de vahi. En las islas de la Polinesia, se l^llama meira. En la Ma- laisie se le llama unis. Los Malais le conocen bajo el nombre de pisang y los brasileños con eld empacóla. En lengua tamul se dice mondan pagan. Los egipcios le llaman mouz.
Las principales variedades que se conocen son: el plátano largo—musa paradisiaca—El guineo ó cam¬ bur!—musa sapientum—El de Abisinia—musa Ense- te, Bruce,—El costeño ó dominico—musa regia—El de China—musa sinensis—El manchado—musa macu- lata.
En el país casi todas las variedades se cultivan pe¬ ro no son exportadas ni en el interior del país, sólo se consumen en el lugar mismo donde se producen.

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